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Relato hiperbreve: El Viernes II

Posted by luismi_hendrix on 12:15 in
¿Por qué hoy estoy jubiloso?, me ha costado menos incorporarme del lecho que los anteriores cuatro días. ¿Por qué no me importa mojarme con esta lluvia?, si hasta el gentío en masa y desordenado, me parece más bello que fechas antes. ¿Qué ocurre en mi agenda que las tareas me saben a dulce?, si ni siquiera la sonrisa se me va al cruzarme contigo. ¿Será que este ocaso viene acompañado de amigos?, puede que hoy haya vítores, jarras y vino. ¿Será que se acerca descanso, tiempo y disfrute?, será, será, lo que ocurre es que hoy... es viernes.

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Relato hiperbreve: El Viernes I

Posted by luismi_hendrix on 13:42 in
Hace tiempo participé en un concurso de una web navarra que premiaba obras sobre el tema de "el viernes". Había que entregar tres relatos hiperbreves y una poesía. Este es el primer hiperbreve:

EL VIERNES I:

El viernes significa, que el lunes quedó atrás, que la esclava vida del que firmó un contrato quedará aparcada en unas horas, que una libertad difusa que ayuda al autoengaño tendrá vigencia hasta la próxima semana. Viernes es acudir a la llamada de la rutina con otro rostro, con otra actitud. La sonrisa que se dibuja en mis labios se obtiene gracias a esa mezcla de “disfrute de viernes”, de “anhelo de fin de semana” y de “lejos vislumbrar del lunes”. Por tanto el viernes, es el previo del tiempo libre, del descanso o de la algarabía y encontrarse en el preludio de todo esto, siempre es gratificante.
Y qué pronto pasa y que pronto se diluye, incluso refleja en nuestra mente el espejismo de que nunca existió. Menos mal que por fortuna... llegarán otros viernes.

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Microrelato: ¿CUÁNTO SE TARDA EN PERDER EL SENTIDO DEL OIDO?

Posted by luismi_hendrix on 13:38 in
Voy a colaborar en el blog poniendo también el microrelato con el que participé en el concurso de Onda Polígono:

¿CUÁNTO SE TARDA EN PERDER EL SENTIDO DEL OIDO?

Intentaba cerrar los ojos, aislar mis oídos, pero mis esfuerzos no eran fructíferos. Aquellas ondas hertzianas no salían de mi cabeza. Revoloteaban dentro y ponían en desorden las pocas ideas que aun tenía claras.
Tardé en percatarme de mi estado y, cuando lo supe, me di cuenta de que iba a añorar aquella emisora.
La angosta estancia que debía invitarme al sueño no era nada cómoda y sus paredes de cedro dejaban entrever que no estaba solo. Alguno de mis acólitos debía haber prendido la radio.
Fue una suerte que el personal de aquella capilla funeraria velara mi descanso con la sintonía de Onda Polígono.

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