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"La soledad de los números primos"

Posted by Eva on 15:53 in



"Existen ciertos números primos más especiales que el resto, y a los que los matemáticos llama primos gemelos: son parejas de primos sucesivos, o mejor, casi sucesivos, ya que entre ellos siempre hay un número par que les impide ir realmente unidos, como el 11 y el 13, el 17 y el 19, el 41 y el 43. Si se tiene paciencia y se sigue contando, se descubre que dichas parejas aparecen cada vez con menos frecuencia. Lo que encontramos son números primos aislados, como perdidos en ese espacio silencioso y rítmico hecho de cifras, y uno tiene la angustiosa sensación de que las parejas halladas anteriormente no son sino hechos fortuitos, y que el verdadero destino de los números primos es quedarse solos. Pero cuando, ya cansados de contar, nos disponemos a dejarlo, topamos de pronto con otros dos gemelos estrechamente unidos. Es convencimiento general entre los matemáticos que, por muy atrás que quede la última pareja, siempre acabará apareciendo otra, aunque hasta ese momento nadie pueda predecir dónde. Mattia pensaba que él y Alice eran eso, dos primos gemelos solos y perdidos, próximos pero nunca juntos." Paolo Giordano "La soledad de los números primos"

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"Un mar de fueguitos"

Posted by Eva on 9:07 in

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.

Eduardo Galeano.

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Nueve toledanos borrachos y tres en la Luna

Posted by Justo Monroy on 10:48 in
-Ramón, dos con Cola-Cola y uno con limón.
Naturalmente, son tres de Matusalem, sabroso elixir de diez años que nos sedujo a todos hasta dejarnos prendados del ron. Siempre amable, Ramón nos invita a sentarnos y sirve la copa con generosidad. Es la una de la noche, punto de inflexión, a partir del que el Jacaranda poco a poco se vuelve todavía más íntimo. Aún así, nos cuesta ir buscando sillas para los que tienen que llegar.
El siguiente es Óscar Luis. Casi una vez al trimestre le convencemos para que deje a mujer y prole en casa, y llega desbocado. Cuando abre el portón rojo de madera, decenas de ojos intentan reconocerlo por un instante. No interrumpe las animadas conversaciones que sin dificultad se superponen sobre el volumen agradable de la música. Con paso decidido, Óscar atraviesa una ligera nube de humo, esquiva a algún cliente habitual y le da tiempo a reclamar a Ramón la cuarta copa golpeando con su puño la vieja barra. A su lado, una periodista les cuenta a sus amigos sus últimas experiencias en Jerusalem. En otra mesa, un grupo de actores valora la política cultural de la Junta.
-Ahora estoy con uno de ficción histórica -Juan empieza a contarnos uno de sus rollos de los cuentos que escribe, con los que intenta ganar concursos-. Investigando unos documentos masones, el prota trata de averiguar las coincidencias de tres personajes históricos de la ciudad. Al final, descubre que los tres han llegado a la Luna antes que los americanos. Con unos mapas del satélite...
A pocos parece atraernos el supuesto misterio. Para cuando media hora después llega el último, Eduardo, ya vamos algunos por el segundo Matu acompañado de una tabla de quesos y otra de esos patés que elabora Ramón de forma artesanal. La música de Krahe eleva el tono literario de Luismi. Hay algún flasazo por diversas mesas. Una guiri sale tras la cortina, sorprendida del antiguo servicio de puerta corredera.
El Jacaranda es uno de los bares más antiguos de Toledo. Sobre su extraña puerta, pende un cartel que fecha su nacimiento en 1968. El local es poco más que un pasillo en forma de ele, con mesas de madera y clientes bohemios y habladores. Sobre sus paredes, un tanto desconchadas, penden posters de cuadros modernos; algún Zóbel y varios Klimt, que no desentonan con la decoración de los rincones llenos de detalles antiguos. En uno, junto a la estufa de gas, hay un lavabo manchego. A la derecha de la barra, existe un mostrados de ultramarinos donde se guardan las viandas. ¿Y qué decir de la máquina registradora de céntimos de peseta?
Ramón, siempre tan comedido, charla con unos y otros. En ocasiones se sienta con los más conocidos. Si algún día le diera por escribir en sus memorias lo mucho que ha escuchado en el bar, seguro que rompía más de un matrimonio.
A la amiga de hoy de Juan, artista esta, ni le sonaba el local. En Toledo, el Jacaranda sigue siendo un bar poco conocido, tras tres décadas. Pero si el Jacaranda estuviera en París, sin duda que sería un local famoso entre el mundo bohemio. Pero esta es una ciudad en la que pocos aprecian más arte que el escrito hace siglos y en las piedras.
Charlamos al principio de literatura. Las chicas hablan de pisos y mientras ellas se descuidan, se emprende una lucha inconsciente entre solteros y casados por hablar de las últimas conquistas o de actrices porno. Llega el momento en el que Juan se aburre y trata de integrar a las féminas en la conversación. Entonces, recuerda una historia de miedo que le acaban de contar.
-La tía estaba recién divorciada -va narrando-, y veía cosas raras. Pero pensaba que eran cosas suyas.
-Joer, Juan, no cuentes esas cosas, que luego tengo pesadillas -le intenta cortar infructuosamente Susana. Hasta su propio marido, el más interesado en escuchar la historia, pasa de ella.
-Pero un día su hijo de cuatro años, comienza a hablar solo -prosigue la narración-. '¿Con quién hablas?', preguntó ella. 'Mamá, con la sombra que hay en casa', respondió el crío. Ella estaba bastante moqueada, pero prefirió no hacer caso. Hasta que un día, el niño hizo un dibujo precioso. La madre preguntó en el cole y entre los vecinos. Nadie se lo había dado. Al final, la jodida criatura le dijo que había sido su amiga la sombra. Total, que ella hizo las maletas y se cambió de casa. Si alguno le interesa, esta se alquila, y yo sé dónde está. ¿Otra historia?
Susana hace un gesto de desesperación e intenta cambiar de tema. Ahora sí, se interesa por la vena literaria de su amigo.
-Venga, anda, cuéntame... ¿Qué tres toledanos han llegado a la Luna?
Eduardo, que faltó al inicio de la conversación, se muestra muy interesado. Como buen físico, es un freaki de la astronomía, y tiene alguna idea de lo que se está hablando, pero interroga a su manera.
-Estrictamente hablando, están en la Luna, pero no han llegado hasta allí -afirma con aire prepotente. Evidentemente, sabe de qué está hablando su amigo y quiere darse importancia entre los demás. Así que Juan cuenta el secreto de la trama.
-Tanto Azarquiel, como Alfonso X 'el Sabio' y El Greco, tienen su propio cráter en la Luna. Cuando el bueno lo descubre, no tiene más que trazar en el mapa...
Con la cuarta copa, se cumplen las tres y media, y al dueño de nuestro local favorito comienza a entrarle sueño. Bosteza y lanza uno de esos “¿Es que no tenéis casa?”. A Alberto le cuesta unos segundos convencerle de que nos sirva la última y nos dé diez minutos de prórroga. Diez minutos, que sabe que será media hora, como siempre.





Relato publicado en la revista literaria Hermes de julio de 2008


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Koma Etílico

Posted by Justo Monroy on 10:12 in
Sonaban los Ángeles del Infierno y corría la cerveza. El bar estaba lleno con los parroquianos habituales riendo y llorando de sus cosas. Pero era una noche especial, porque por primera vez en mucho tiempo, no faltaba nadie del grupo. Era su aniversario y se habían reunido, nostálgicos, a tomar cervezas y contar viejas batallas.
Un poco bebido y cansado de la voz aguda, se dirigió a la barra esquivando gente.
-¡Ximo, pon los Maiden! –exigió al camarero que, como siempre, pareció ignorarlo.
Allí sentado, el borracho se sintió feliz. No habían sido buenos los últimos años para el grupo. Mujeres y niños los habían separado. Algunos habían tenido problemas de alcohol, y cuando por allí se pasaban eran seres solitarios que ahogaban sus penas en la cerveza, sin la alegría de antes y sin querer hablar con nadie.
Pero aquella noche, no faltaba nadie. Recuperó su sitio con dificultad. Y escuchó. Como en un dejavú, le pareció haber oído antes todas las palabras, recuerdos y brindis. Normalmente hablador, en aquella ocasión el alcohol le impidió que su voz acallara las palabras de los otros.Y aquella noche supo la verdad, cinco años después. Aquella no era una celebración alegre. El aniversario del grupo no había juntado a todos, sino algo más triste, como el recuerdo de su fallecimiento, en el bar, a manos del dios Baco.



Relato publicado en la revista literaria Hermes de julio de 2008

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